Salte del Rebaño

Las masas viven en un tipo de existencia no-individual. Viven como ovejas. Entonces, toda vez que un hombre como Jesús o Buda está allí, afirmando su individualidad, su rebelión, su libertad, naturalmente les desagrada. Las masas se atemorizan, sus cimientos son sacudidos. Si Jesús tiene razón, entonces todo el patrón de vida de las masas tendrá que cambiar y eso es demasiado trabajo y la gente ha invertido demasiado en su esclavitud.

La presencia de Jesús hace que la gente se sienta en bancarrota. En el momento en que te encuentras con un Buda, quedas reducido a un tipo de ser humano muy feo, pierdes toda dignidad, te sientes humillado. Si eres inteligente te pondrás a la altura de las circunstancias: te darás cuenta que hasta ahora has vivido en la ignorancia, en el sueño.

Y te sentirás agradecido hacia el Buda por su presencia que se ha vuelto un rayo de luz en la noche oscura de tu alma. Pero tanta inteligencia es muy rara. La gente es estúpida y terca, inmediatamente reacciona. En vez de elevarse y aceptar el desafío de la cumbre que Buda es, destruyen a Buda, destruyen a Jesús, para poder dormirse nuevamente y soñar sus así llamados dulces sueños. Por eso están en contra mío: soy una especie de disturbio. Mi presencia no se puede ignorar: tienes que estar conmigo o estar en contra mío.

Cuando no puedes ignorar la presencia de cierta persona y tienes que elegir, en tu ser surge una gran perturbación porque ninguna elección es fácil. Elección significa cambio.

Has vivido durante cincuenta años de una cierta manera, esos hábitos están establecidos. Ahora, repentinamente, estoy aquí llamándote para que salgas de la tumba que habías creído que era la vida real. Estoy aquí condenando todo aquello por lo que has vivido: todos tus valores, toda tu así llamada moral, todo tu conocimiento, toda tu religión. Sólo personas muy valientes, muy pocos elegidos, serán capaces de estar a la altura de las circunstancias y arriesgar todo lo que tienen por algo que no es visible, por algo en lo que sólo puedes confiar.

Ahora, esto es difícil para las masas comunes, ellos se deciden por lo conocido. Jesús es algo de lo desconocido, Buda es algo del más allá. Ahora la pregunta es si elegir lo conocido, lo familiar, lo seguro, lo confortable, lo conveniente, o elegir esta aventura y entrar con Buda en algo inexplorado, algo que no está en los mapas, algo de lo que uno nunca puede estar seguro, no puede saber si existe o no. Buda mismo podrá estar engañado o estar engañándote. No hay modo alguno de estar totalmente seguro.

Uno tiene que ir con el Buda con profunda vacilación, en profunda confusión, en un profundo temblor. Sólo aquellos que todavía son jóvenes, cuyas mentes no han juntado aún demasiado polvo, que todavía son capaces de maravillarse, de sentir un asombro reverente por la vida, que todavía no están absolutamente establecidos, cerrados, terminados, que todavía no están muertos... sólo esas pocas personas podrán ir conmigo, con Jesús, con Buda. Los demás inevitablemente estarán contra ellos. Y además hay también muchas otras razones.

A la gente le gusta pertenecer a grupos. Eso da una especie de consuelo, de satisfacción: «Estoy en la senda correcta». Si eres cristiano, entonces millones de cristianos están contigo; les perteneces, no estás solo. Si estás conmigo, estás casi solo. Serás desarraigado de la muchedumbre a la que has pertenecido hasta ahora.

Por unos pocos momentos no estarás en ningún lugar, no serás nadie. Te volverás anónimo. No serás cristiano, hindú ni musulmán: y eso se ha vuelto tu identidad. Has sido un cristiano, un hindú o un judío, y ésa es tu identidad, eso es lo que sabes acerca de ti mismo. Si alguien te pregunta: «¿quién eres?», puedes decir: «soy un católico». Te da un cierto sentimiento falso de que te conoces. La gente sigue viviendo en el mundo de «como si». Pero cuando vives en el mundo de «como si» lo suficiente, éste empieza a parecer real, empiezas a creer en él.

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