Lo real

Cuando se ha abandonado lo falso, surge lo real. Y eso real es incomparable. Porque lo real no es ningún yo, es el cielo abierto. La mente está pensando continuamente en comparaciones, está comparando constantemente. La mente vive en la relatividad, la mente es un subproducto, un epifenómeno de la relatividad.

Y tú no eres parte de la relatividad. Tú eres algo que está más allá del mundo de la relatividad de Albert Einstein. Tú no eres ni tiempo ni espacio, eres algo que está más allá: tú eres el testigo. Y el testigo no está confinado por ningún tiempo ni espacio, el testigo está más allá de toda relatividad. El testigo está absolutamente allí, su existencia es absoluta. Albert Einstein dice que no existe algo así como un absoluto.

Él tiene razón en lo que a la ciencia concierne, pero está equivocado porque no ha mirado hacia adentro. Afuera, todo es relativo. Adentro, nada es relativo. Afuera todo se está moviendo. Adentro, nada se está moviendo. Afuera todo está cambiando. Adentro, todo es eternidad. Pero él no ha mirado hacia adentro, no ha mirado en el centro del ciclón. ¿Te das cuenta? Es así como la mente sigue comparando, comparando y comparando. Abandona las comparaciones y simplemente sé y simplemente ve lo que es, sin referencia a alguna otra cosa.

Y una vez que hayas mirando hacia adentro de ti mismo y hayas visto lo que es, sin ninguna referencia a otra cosa, te sorprenderás de lo mucho que te habías estado perdiendo. Entonces abre los ojos y mira las cosas sin ninguna comparación. Una rosa no tiene que ser comparada con otras rosas, tiene existencia propia. No tiene referencia a ninguna otra rosa que haya habido en la Tierra o que vaya a haber en la Tierra. Es individual, auténticamente individual.

Luego mira a cada persona como auténticamente individual. Y entonces la vida se ve tan rica, infinitamente rica, porque consiste en una singularidad tremenda. Nuestra comparación embota nuestra mente, nuestra comparación junta polvo en el espejo de nuestra consciencia. Abandona este viejo hábito de comparar. Pero se debe empezar adentro.

A los hábitos viejos les cuesta morir, pero si te vuelves alerta, puedes abandonarlos. Llevará un poco de tiempo, pero a medida que los hábitos empiecen a desaparecer, empezarás a entrar en el mundo de la realidad que es no-comparativo. Y el mundo que es no-comparativo es el mundo del absoluto, el mundo de Dios y eso es lo que estamos buscando aquí...

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